7 Pero vino donde él un hombre de Dios que le dijo: «Oh rey, que no
salga contigo el ejército de Israel, porque Yahveh no está con Israel, ni con
ninguno de los efraimitas.
8 Si vienen contigo, tú te portarás esforzadamente en la batalla, pero
Dios te hará caer ante el enemigo, porque Dios tiene poder para ayudar y
para derribar.»
9 Respondió Amasías al hombre de Dios: «¿Y qué hacer con los cien
talentos que he dado a la tropa de Israel?» Contestó el hombre de
Dios:
«Tiene Yahveh poder para darte mucho más que eso.»
10 Y Amasías apartó los destacamentos que le habían venido de
Efraím, para que se volviesen a sus lugares. Ellos se irritaron mucho contra
Judá y se volvieron a sus casas ardiendo en cólera.
11 Amasías cobró ánimo y, tomando el mando de su pueblo, marchó
al valle de la Sal, y dio muerte a 10.000 hombres de los seiríes.
12 Los hijos de Judá apresaron vivos a otros 10.000 y, llevándolos a la
cumbre de la peña, los precipitaron desde allí, quedando todos ellos
reventados.
13 Entretanto, la tropa que Amasías había hecho volver, para que no
fuesen con él a la guerra, se desparramaron por las ciudades de Judá, desde
Samaría hasta Bet Jorón, pero fueron derrotados 3.000 de ellos y se recogió
mucho botín.
14 Después de regresar Amasías de su victoria sobre los edomitas,
introdujo los dioses de los seiríes; eligió los dioses de ellos, postróse ante
ellos y les quemó incienso.
15 Se encendió la ira de Yahveh contra Amasías y le envió un profeta,
que le dijo: «¿Por qué has buscado a los dioses de ese pueblo, que no han
podido librar de tu mano a su propia gente?»
16 Mientras él le hablaba, Amasías le interrumpió: «¿Acaso te hemos
hecho consejero del rey? ¡Cállate! ¿Por qué te han de matar?» El
profeta
concluyó diciendo: «Yo sé que Dios ha determinado destruirte, porque
hiciste eso y no quieres escuchar mi consejo.»
17 Amasías, rey de Judá, después de haber deliberado, envió
mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, para decirle:
«¡Sube y nos veremos las caras!»
18 Pero Joás, rey de Israel, mandó decir a Amasías, rey de Judá: «El
cardo del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dame tu hija
para
mujer de mi hijo. Pero las bestias salvajes del Líbano pasaron y pisotearon
el cardo.
19 Tú te dices: “He derrotado a Edom.” Por eso te lleva tu corazón a
jactarte. Sé glorioso, pero quédate ahora en tu casa. ¿Por qué exponerte a
una calamidad y a caer tú y Judá contigo?»
20 Pero Amasías no le escuchó, pues era disposición de Dios
entregarlos en manos de sus enemigos, por haber buscado a los dioses de
Edom.